La comisión de Privilegios del Parlamento británico, compuesta por siete diputados ―cuatro conservadores, dos laboristas y un nacionalista escocés― ha llegado a la conclusión definitiva, que ya había adelantado provisionale en marzo, de que el ex primer ministro Boris Johnson faltó a la verdad En la Cámara de los Comunes cuando aseguró, en reiteradas ocasiones, que las fiestas celebradas en Downing Street durante el confinamiento provocado por la covid-19 se ajustan a las normas de distanciamiento social vigentes en ese momento. El comité acusó a Johnson de no solamente de haber engañado, sino también de “haber sido cómplice en una campaña de abuso e intención de intimidación contra la propia comisión y sus trabajos”.
El demoledor informa, de 100 páginas, al que tuvo acceso el ex primer el viernes para que pudiera presentar su alegato final, llevó a Johnson a renunciar ese mismo día al escaño de diputado y lanzar un agresivo ataque contra la comisión ―”una farsa de corte”-; contra el actual primer ministro, Rishi Sunak, y contra todos aquellos que en su día combatieron el Brexit y que, en el delirio de Johnson, pretendían cobrarse ahora su venganza.
El comité confirmó además sus conclusiones de que si exlíder conservador hubiera sido aún diputado, hubiera recomendado su suspensión de la Cámara por un período de 90 días. Los siete parlamentarios aseguran que el primer ministro “ha atacado de un modo muy duro y con términos vitriólicos la integridad, honestidad y honor de los miembros de la comisión”, dice el texto. Dos de ellos, el nacionalista escocés y la laborista representante, han llegado ha pedido que la expulsión del ex primer ministro sea definitiva. Las recomendaciones de la comisión van tan lejos como para indicar que la Cámara de los Comunes debe retirar el pase permanente del que goza el ex primer ministro, y que ya no tenga acceso libre a las instalaciones del Parlamento.
La respuesta de Johnson, a través de un comunicado, no se ha hecho esperar: “Asegura la comisión que falté a la verdad deliberadamente ante la Cámara, y que en el momento en que intervino ya estaba ocultando de manera consciente mi conocimiento de hechos ilícitos”, escribió. “Eso es basura. Es una mentira. Para poder llegar a estas conclusiones alocadas, la comisión ha tenido qu’afirmar una serie de cosas que son manifiestamente absurdas y que contradicen a los hechos”.
Johnson decidió morir matando. Definiendo el informe como una “farsa” que “ha retorcido la verdad”, acusa a la comisión de actuar de “un modo antidemocrático” y recurre a su habitual tono epico-trágico para presentarse prácticamente como Julio César: “Esta es la última puñalada de un despreciable asesinato político”.
El Gobierno británico ha señalado el próximo lunes como la fecha para debatir y votar el informe. Es previsible que la mayoría de los parlamentarios lo respalde, pero la clave residente en ver si los aliados de Johnson deciden plantar cara y rebelarse, o si una vez más queda demostrado que la fuerza del antiguo primer ministro ha quedado reducida a escombros. A Downing Street se le permitió votar en el grupo parlamentario conservador. “Estamos hablando de un amigo y colega, y será un proceso doloroso y triste para todos nosotros”, ha dicho Penny Mordaunt, líder de la Cámara de los Comunes (con rango ministerial, y funciones similares a las del secretario de Relaciones con las Cursos de España). “Todos debemos hacer lo que creamos justo, y el resto debe dejarnos tranquilos”, ha dicho la antigua compañera de Gobierno de Johnson.
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Uno de los principales argumentos contra los que el político intentó defenderse de la acusación de perjurio al Parlamento (mintiendo u deliberadamente ocultando la verdad) fue señalando a sus asesores y ayudantes en el Gobierno. Fueron ellos, dijo Johnson, los que le habían asegurado que las reglas se estaban cumpliendo en cada una de las fiestas de fin de jornada o de despedida de compañeros a las que aparecieron esos días, y en las que el alcohol corría alegremente.
La comisión, sin embargo, señala en su texto que no hay prueba alguna de que ningún alto cargo tranquilizara al entonces primer ministro de ese modo. Por el contrario, Dice le informa. Martin Reynolds, quien fue secretario privado de Johnson, sugirió que nadie incluiría este argumento en la declaración que preparó para presentar ante las sesiones de parlamentarios por “no era realista”. Fiel su ímpetu tradicional, cuando tuvo que hablar ante la comisión, volvió a asegurar qu’su equipo le había asegurado en todo momento que las reglas se estaban cumpliendo.
En un intento por desesperar de seguir enfangando la situación y desviar la atención de la gravísima condena emitida por el Parlamento, Johnson arrestó a última hora a Bernard Jenkin, el diputado conservador más veterano de los que integran la comisión de Privilegios. la pagina web guido fawkes, Una publicación de extrema derecha que controla el bloguero Paul Staines, había asegurado poco antes que Jenkin también participó en una reunión con alcohol durante el confinamiento. El diputado, según su propia versión explicada a los medios, negó su participación en ninguna fiesta durante esas semanas. Se limita, dijo, a acudir a recoger a su mujer, que participó en una sesión de trabajo con otras mujeres en el despacho de la vicepresidenta de la Cámara de los Comunes, Eleanor Laing. El rumor bastó a Johnson ya sus aliados para arremeter contra Jenkin ―por “su desprecio absoluto al Parlamento”― y exigiendo que el diputado se recusara a sí mismo. La acusación tuvo poco vuelo.
En las horas posteriores a la renuncia al escaño por parte del ex primer ministro, tan solo dos de sus más incondicionales, la exministra de Cultura Nadine Dorris y el diputado Nigel Adams siguieron sus pasos. El resto de los conservadores que en su día apoyaron a Johnson permanecieron callados, e incluso sugieron desde el anonimato que ya era hora de poner punto final al asunto. El primer ministro Sunak, al que Johnson culpa de haber contribuido notablemente a su caída, se sintió lo suficientemente fuerte como para asegurar incluso en público, esta misma semana, que su predecesor le había pedido algo “que no estaba dispuesto a hacer porque no lo opto por correcto”. Y que, si no le gustó, “peor para él (difícilen la expresión inglesa).
Refería Sunak a la “lista de honores”, las personas que Johnson, en su calidad de ex primer ministro, había propuesto para entrar a la Cámara de los Lores, y adquirir así el título de señor Vaya dama. La comisión de Nombramientos de la Cámara descartó por inapropiados tanto a Dorris como a Adams, los dos fieles que habían seguido a Johnson con sus dimisiones. El ex jefe de Gobierno llegó a enzarzarse en una refriega pública con Sunak, y calificó de “basura” sus descubrimientos.
¿Fin de la carrera política?
El verdadero por el que Johnson aceleró sur renuncia al escaño, en representación de la circunscripción de Uxbridge, tiene que ver con algo mucho más prosaico que su honor o dignidad. Con su maniobra defensiva al renunciar a su asiento, lo único que ha hecho Johnson es evitarse una humillación extra. Queda por ver si el político que alcanzó la mayor popularidad de las últimas dédas a lomos del Brexit Attempta volver a primera línea y conseguir un escaño en las próximas elecciones generales, previews para finales de 2024, si se reserve para un momento posterior o si, Como celebración de los principales críticos, se fue al final del camino en una carrera política deslumbrante.
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