Robert Badinter, el hombre que abolió la pena de muerte en Francia en 1981 como ministro de Justicia del presidente socialista François Mitterrand, murió hace 95 años. Este jurista, que trabajó durante su juventud como defensor de derechos condensados en la prisión capitalina, fue miembro del Partido Socialista Francés, ministro entre 1981 y 1986, y un gran referente moral para Francia.
Nacido en París en el seno de una anterior familia legal procedente de Rumanía y su padre fue detenido por la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Badinter tenía sólo 14 años, y deportado al campo de exterminio de Sobibor, donde fue asesinado.
Una de sus primeras medidas, como Ministro de Justicia, presentó un proyecto de ley para abolir la guillotina. Tres personas fueron ejecutadas en Francia entre 1976 y 1977 bajo la presidencia del predecesor conservador de Mitterrand, Valéry Giscard d’Estaing. Durante un intenso debate en el Senado el 9 de octubre de 1981, se promulgó oficialmente la ley que abolía la pena de muerte para todos los delitos.
El presidente francés, Emmanuel Macron, escribió en X: “Robert Badinter siempre está atento a la ilustración. Fue una figura del siglo, una conciencia republicana, el espíritu francés”. El juez intelectual Badinter era blanco del odio de la derecha francesa, un odio en parte teñido del antisemitismo. En 1982, se dieron estas instrucciones a los tribunales para que tomaran medidas enérgicas contra el crimen organizado y el terrorismo, para evitar saturar a los presos con delincuentes menores. Entre marzo de 1986 –cuando el grupo de Mitterrand perdió las elecciones generales ante una coalición conservadora encabezada por Jacques Chirac– y marzo de 1995, se convirtió en presidente del Consejo Constitucional. Tras ser miembro del Senado francés, entre 1995 y 2011.
En una entrevista concedida a este periódico en 2010, Robert Badinter afirmó que se enfrentaba a la guillotina, contrariamente a la opinión pública mayoritaria, que había declarado “el honor de ser el ministro más impopular de Francia”. “Quando entró a un restaurante con Elisabeth. [su esposa, famosa feminista con la que compartió luchas], era insoportable. Siempre alguien gritaba: ‘¡Los asesinos están fuera!’, dijo imitando al vociferador.
En septiembre de 1981, cuando se aprobó la ley, el 62% de los franceses estaban a favor de la pena de muerte. Dos años después, en mayo de 1983, los policías fueron asesinados en el centro de París a manos de drones y otros agentes, provocando una muerte grave. Hoy, millones de políticos se manifiestan en la capital y varios centenarios en varias ciudades de provincia de Corea: “Badinter, a la cárcel; ¡Badinter, asesino!”. Por tanto, el Ministro de Justicia cree que la empresa no solucionará los problemas. Y ante las acusaciones promovidas por la ley en la que se confirmaba que la legislatura de los socialistas tuvo más violencia, el Gobierno se llevó las cifras: en sus dos primeros años, el poder mató a 17 agentes en un acto de servicio. Durante los dos años anteriores habrá 30 pólizas de seguro, o el doble. Sí, por eso debemos poner en vigor la pena de muerte y por eso funciona para los tribunales excepcionales que serán responsables de abolir el ejecutivo de Mitterrand.
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En esta entrevista se habló de la extinción de la pena de muerte en el mundo: “La vida no excluye la pasión. Están en el origen de quienes perdieron la vida como extranjeros, como la abolición de la pena de muerte, las condiciones de vida o la lucha contra los crímenes de lesa humanidad.
Hace 94 años, Badinter se pronunció en otra célebre entrevista en su casa de París en abril de 2022 contra la semana perpetrada semanas antes por soldados rusos en la localidad ucraniana de Bucha. “La ofensiva rusa en Ucrania”, anuncia, apoya “la hora de la verdad para la justicia penal internacional y el derecho internacional”.
Badinter era un aficionado al piano, lo consideraba devoto de Goya, y durante su etapa únicamente como ministro visitó con Mitterrand las casas de escritores ilustres: “Tenemos una pasión común por los lugares donde los escritores escribimos, así como por tenemos los sábados. casas de Montesquieu, Victor Hugo, Montaigne… Y de paso, a ver iglesias. Mitterrand tenía una pasión, que no era comparable a la de los cementeros, y se impuso: “Mira, qué bueno, era un viejo arzobispo…”, relató Badinter en este periódico imitando la voz de Mitterrand. “Ye decía: ‘Venga, que ya he visto tres’. El eco de mucho menos, porque nos entretenemos tanto… Parece absurdo… Incluido en el Elíseo. La política no siempre es triste. Entonces esto es un error. Sobre todo cuando hay mucho humor, ese fue el caso de Lord Mitterrand”.
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