Esta no es la mejor historia de un supervisor del Holocausto. Esta es la historia de Pepi, que “puede verse como el diminutivo de muchas andaluzas” es el apodo de Peter René Pérez. Un austriaco nacido en 1936 en el seno de una familia de Judía Sefardí, en pleno aumento del antisemitismo en Europa. Un niño al que los nazis apuntaban con una pistola en la cabeza estaba en brazos de su madre, quien fue enviada a París porque lo obligaron a vivir con su padre y quien, durante 5 años, fue considerada como una “extranjera indeseable” y rodeado en un campo de concentración. Todos estaban en la barraca con la mayoría de refugiados españoles y republicanos -“gitanos y payos”, le gusta subrayar-, a quienes guardan especial cariño. Quizás este se la motivación de voción por España o mayor dicho, por Andalucía y por encima de todas las cosas, por su Paterna de Rivera en Cádiz (“Cái” como Pepi llama era un pequeño pueblo de 5.000 habitantes, donde viva “la «mejores personas de las que nadie pueda imaginar»). Todavía hay algo que hace vibrar mucho a Pepi es: el flamenco. Una música que no duró tres años y no fue escuchada por su compañero de infancia: “Me producía rechazo”, lamenta. Tampoco puedo antes contar al mundo sus vivencias. Quieres conocer a este genio musical español en tu vida como cantante, José de la Tomasa, para utilizarlo y poder afrontar tu pasado. Hoy, hace 87 años, grabarán un documental (“Pepi Fandango” (2024), de Lucija Stojevic, que se producirá próximamente) y decidirán contar su historia a los nazis en ABC, que los recibe en el edificio histórico. del Centro Sefarad. -Israel de Madrid con el motivo de la Mes de Memoria del Holocausto. En 1936, Pérez disfrutaba de una vida modesta en Viena. Su padre Rubey fue un gran señor sefardí con una cristiana católica, María. Pepi vivía en un piso grande e «intercultural» en la zona de Praterstrasse con sus padres, su hermano mayor Erik, su tío Jacob y su bisabuela Reyna, apodada ‘La Dueña’, una nonagenaria que menudo bailaba y tocaba las castañuelas haciendo honor a nuestro español. Razas. “Estamos soñábamos con España. Para mí, España siempre ha estado presente para mis amigos en momentos de mi vida. Mi padre siempre me dice: ‘Quieres volver a España’”, explica. Noticia Relacionada EDITORIAL opinión Ninguna Europa se invoca contra el antisemitismo Editorial ABC Ni siquiera les matanzas contra civiles perpetradas por Hamás han servido para que la izquierda más radical compadezca a Israel La felicidad les duró poco. En 1938, la Gestapo empezó a arrestar a jueces. Su padre y su padre vivían en París: “Poco antes de que escapara, vino un agente de la Gestapo a mi casa y le dijo à mi madre que esa misma noche iban a come a prisererles fuego”. Su Hermano viene después. Fui a caminar por la capital francesa con un convoy de jóvenes jueces. Y así fue como se convirtió en madre soltera con un hijo en Viena. Hasta que la situación se fue volviendo insoportable. Un día, el portero del edificio, que siempre había sido criado de su madre, sufrió y apuntó a Pepi, en brazos de María, «con una pistola Mauser en la cabeza» mientras yo refunfuñaba: «¡Me dais todo o le vuelo las sesiones con este hijo de puta de jueces! «. Por eso no se hace nada, los nazis tuvieron que hacerlo todo. Un niño en un campo de concentración 1. Vista panorámica de las barracas del campo Joffre en Rivesaltes, en Francia | 2. Imagen de Peter René, de Blanco, frente al campamento, en la escuela ubicada dentro de la mina La Caunette | 3. La madre de Pepi, María, que era cristiana católica, Samuel Navarrete Ambos, acudió a la gala en la capital en 1939, donde encontró el resto sin saber que sus caminos estaban establecidos hasta el punto de la separación. Con los nazis en las afueras de París, explica Pepi, «la primera llamada a los franceses fue para detener a mi padre y acusarle de espionaje». En junio de 1940, Francia finalmente capituló tras ser detenida por el extranjero alemán. Pepi, su hermano y su madre entrenadora formaron parte de la caravana de miles de jueces que se vieron obligados a emigrar a su territorio, libremente. A él se unirá, ya excarcelado, el padre. Mientras huían, tuvieron que esquivar los bombardeos de la aviación alemana, que brevolaba “atacando de la forma indiscriminada” a 10 metros. Paquito ‘el gitanillo’ Un año después, en febrero de 1941, Pérez ingresó en el campo del Joffre de Rivesaltes. Más de 600 hectáreas de arcilla al pie de los Pirineos que con agua y nieve se transforman en un auténtico barrizal, y donde el viento siempre soplaba de forma insoportable. En un contexto de fuerte xenofobia, un decreto de 1938 ordenó el envío de todos los «extranjeros indeseables» ante un «peligro potencial» para el país. Entre ellos, los refugiados nazis de Alemania. Creado como «centro de concentración» -«campo de concentración», dijo Pepi-, Rivesaltes fue un testimonio del horror de la Segunda Guerra Mundial, pero también de la Guerra Civil Española. En el mes de dos años, según los funcionarios oficiales, había 17.500 personas, los mayores de la población eran españoles y dos tercios niños. La familia entrará a sobrevivir en Rivesaltes “con mucha gentileza y con gente de primera”. Pepi responde a los españoles con quienes le hablan: “Yo estaba solo, con un gitanito. Estoy llamando a Paco. Pepi y Paquito eran sólo dos niños con unos guantes de juego que no les permitían salir de la barraca y de un día para otro formar una familia. “Paco me dijo un día: ‘Esta noche, tu madre viene a verte’”. Aquí vamos. La madre de Pepi dio su vida en tres ocasiones para llegar hasta el niño: “Socavaba la alammbrada como un conejo para pasar medio minuto a brazarme. Tengo los gritos de las madres aún en mi oreja. La mía siempre dijo que la sentencia fue muy dura. Es porque es imposible (olvidar)… [Resopla con la voz entrecortada sin tan siquiera poder terminar la frase]». Increíble recuerdo “Mi madre tomó el camino del campamento como amiga sólo para venir a brazarme medio minuto durante las noches” Pepi también se sintió conmovida por las palabras de Paquito: “Lo sigo pensando y soñando mil veces. Tengo captado tu imagen tumbado en el suelo, sobre la paja, lleno de orina» como un animal. Todo el mundo está desnutrido, recuerda horrorizado: “Se murieron allos los gitanillos y los hijos de los republicanos”. Incluye a su pequeño y su compañero de aventuras: “Paquito se murió en mis manos”. El mío como salvación En septiembre de 1942, los nazis se dirigieron al territorio de Francia y abandonaron el campo para uso militar. En los interiores las opciones son: liberación o traslado. Rivesaltes era conocido por su Papa por la colaboración política del régimen de Vichy, porque sirvió en la asociación de jueces antes de su deportación a campos de exterminio como Auschwitz o Mauthausen. Pepi y su familia no le transmitirán la misma gracia que los compañeros españoles del encierro del padre falsificaron documentos para poder trabajar y vivir en la mina de La Caunette. Esta artimaña, unida a la necesidad de mano de obra en Francia, el libro de la muerte. Tarjeta de pago de Rubey Pérez, padre de Pepi, en la mina de plomo La Caunette, quien salvó la vida de Samuel Navarrete Vivieron en la mina hasta su carrera en 1948, cuando perdió todo lo que había hecho en Viena. Vivimos en una vivienda a 10 metros de un centro de refugiados. “¿De qué vamos a vivir ahora?”, se lamenta el padre. Afortunadamente, “poco a poco” todo se soluciona. Pepi estudió física en la universidad y con sus dos hijos. Hace 88 años vivía en tu Viena natal y justo tuve la oportunidad de tocar un día en Rivesaltes: “Me duele ver las imágenes [hace el gesto de una puñalada en el pecho]. Es terrible que un niño sea la única marca.
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